
Después de meses de tensión, discusiones internas y un calendario que se sostuvo más por fe que por planificación, la organización de GYA confirmó lo que muchos ya sospechaban: la Superliga entra en receso indefinido por falta de personal logístico.
El anuncio no sorprende. Desde el arranque de la última temporada se hicieron evidentes las dificultades: partidas retrasadas, problemas de transmisión, decisiones arbitrales más cuestionadas que un fallo de la FIFA y una organización que dependía casi exclusivamente de la buena voluntad de unos pocos. La conclusión es inevitable: sin personal que sostenga la estructura, la liga simplemente no puede continuar.
La decisión no significa la desaparición de la Superliga, pero sí su pausa obligada. “No es un adiós, es un hasta luego… pero probablemente largo”, comentó con seriedad el presidente Bryan Gonzales durante la última reunión con los accionistas. El tono fue solemne, pero la realidad es que no hay fecha cierta de retorno.
El contraste es evidente: mientras los equipos daban todo en la grieta, afuera el engranaje administrativo se oxidaba. Y aunque la comunidad creció en número de jugadores y espectadores, la falta de manos para sostener el proyecto terminó pesando más que la pasión de los participantes.
Los rumores apuntan a que parte del personal logístico abandonó el barco cansado de los horarios interminables, la presión y las promesas de “ya mismo pagamos”. Otros, simplemente, decidieron que era más rentable dedicarse a rankear solos que tratar de organizar a decenas de equipos y jugadores con egos de tamaño continental.
El impacto para la comunidad no será menor. La Superliga fue, en su momento, el corazón competitivo de GYA, el evento que reunía, enfrentaba y unía (y también dividía) a los equipos. Su ausencia deja un vacío difícil de llenar.
Sin embargo, desde el consejo aseguran que este receso abre espacio para nuevos proyectos menos complejos y más sostenibles, como los mini torneos 1v1 y la inminente Selección Nacional de GYA, que tomará el estandarte competitivo en los torneos de Clash.
Por ahora, la Superliga descansa. Y con ella, también descansa la ilusión de ver cada semana a los mejores equipos de la comunidad enfrentarse en una liga que, aunque imperfecta, logró lo más difícil: convertirse en parte de la identidad de GYA.
